domingo, 9 de mayo de 2010

Los dos patitos, la niña bonita, la mala pata...


Existía hace años la costumbre de jugar al bingo en las casas. Tras las comidas o cenas de fechas señaladas, se preparaba un pequeño bombo con bolas en su interior. Se repartía entre los jugadores unos cartones en los que, según iban saliendo las bolas, se tachaba los números hasta que alguien completaba todos los de un cartón y se convertía en ganador tras el clásico grito de “¡Han cantado bingo!”.

Lo curioso del asunto es que muchos de los números tenían una denominación que había que conocer si uno quería jugar con posibilidades. Así, la persona que cantaba los números no decía 15, sino que declamaba: la niña bonita; el 1 era el galán o el pequeño, y el 13, obviamente, la mala pata. De este modo, los apelativos de las cifras se iban recitando, según iban saliendo del bombo, como una letanía. Lo más normal es que el nombre tuviera que ver con la forma del número. Por ejemplo, el 11 era las banderillas, y el 22, los dos patitos o las monjas arrodilladas.

También había números que tenían distintos alias en diferentes zonas o provincias. Así, el 88 podía ser, dependiendo del sitio y sin razón aparente, los bombos de Soria o las calabazas, que era como se le denominaba en otras ciudades españolas. Lo mismo ocurría con el 77, que era normalmente las dos banderas, aunque en algunas localidades se convertía en las banderas italianas.

La edad de Cristo

Otras veces, el nombre tenía que ver con el significado, siquiera metafórico. Es el caso del 33, que se convertía en la edad de Cristo; el 90, en el abuelo; el 99, en la agonía y el 0, evidentemente, en la muerte. Había también casos en que la relación entre el número y su significado no era, ni mucho menos, tan fácil de asociar: el 48 era inexplicablemente el borrego; el 44, el cuacaraca-cuacara; y el 55, los civiles. Lo que todo el mundo sabía es que, cuando salía el veintiuno, había que gritar a la vez... ¡uno!


"No es el 22, sino los dos patitos". Muy interesante no. 348 (2010): 48

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